La digitalización de la información ha obligado a las empresas a crear su propia identidad dentro del mundo digital para responder a las necesidades constantes de sus públicos. Para lograrlo, los ideales organizacionales deben ser adaptados a las tendencias y deben ir a la velocidad que exige este medio. Aparecer en las redes y canales sociales será solo el primer paso, después, las compañías deberán buscar la forma de mantenerse en la mente de los usuarios y hacerlo de la manera más positiva posible, es decir, cuidando la construcción de su reputación.

El accionar de los clientes en la era digital ha cambiado, éstos se han empoderado convirtiéndose en validadores y críticos que marcan el rumbo en el que las empresas se mueven en el mercado; son quienes suben y bajan las estadísticas del impacto que tienen las estrategias comunicacionales y son, finalmente, los jueces de la imagen corporativa de acuerdo a su satisfacción o rechazo.

Por eso, uno de los insumos para consolidar la reputación como activo importante de las compañías será la creación de relaciones de valor entre marca y cliente, teniendo como plataforma un mundo digital que sirve de voz y voto, y creando contenido estratégico que muestre a la organización de una manera interesante y transparente frente a quienes ya son sus usuarios y a quienes influenciados por éstos, pretendan vincularse con la marca.